martes, 10 de octubre de 2017

COCTEL DE LETRAS | Herstorian: De desastres naturales y afectaciones a las mujeres

[Sección coordinada por Inés M. Michel*]






[Colaboración de Hilda Monraz]




Memorial para costureras en Bolívar y Chimalpopoca, Ciudad de México, 2017.
Crédito: Sharenii Guzmán. e-veracruz.mx

 



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No estoy segura del día, si fue el 28 o el 29 de julio, pero sí del año: 2012. Tuve una de las experiencias más extremas de mi vida. Intentamos subir el cerro (o pirámide) del Tepozteco, en Tepoztlán, Morelos; mi entonces compañera de casa y yo. Nuestro objetivo era Cuernavaca pero nos desviamos porque nos atrajo este sitio arqueológico. No subimos con el equipo adecuado ni teníamos la vestimenta o el calzado ideal para andar en un cerro. Nos dijeron varias veces antes de llegar que no subiéramos así. Yo tuve un poco de miedo porque siempre he tenido malas experiencias en el campo. Pero mi compañera quiso seguir y me dijo que al menos lo intentáramos un tramo y que si no podíamos, nos regresábamos. Confié en ella. Apenas llevábamos media hora subiendo cuando empezó una tormenta. No cualquier lluvia. El agua empezó a bajar y formaba ríos, después pequeñas lagunas imposibles de cruzar. Nos refugiamos en una cueva, con otras personas. Yo recuerdo estar junto a una señora más o menos de la edad de mi mamá y empezamos a platicar. Rezamos juntas. Yo sinceramente pensé que no saldría viva. El agua nos impedía subir y bajar. Había apagado mi celular pero lo volví a prender para hacer una llamada, me comuniqué con una ex pareja que vivía más o menos cerca y le dije que por favor avisara a algún cuerpo de seguridad. Lo hizo. Pensé que sería mi última llamada.
Parece que en Tepoztlán están más o menos acostumbrados a lidiar con este tipo de eventos y ya habían mandado brigadas de protección civil buscando personas en los caminos del cerro. Nos rescataron, usaron helicópteros y subieron por distintos lados. Recuerdo estar atada a un arnés para bajar y así por fin pisé suelo firme en las faldas del Tepozteco. Tuvimos principios de hipotermia, pero dimos gracias de haber sobrevivido. Tal vez lo más fuerte fue que estando abajo queríamos secar nuestra ropa para regresar a la Ciudad de México y no encontramos cómo. Recurrimos a una lavandería, donde pedimos que la señora nos dejara secar la ropa en una de sus máquinas, mientras nos prestara algunas toallas o algún tipo de prenda que vimos que tenía. Pero no quiso prestarnos nada ni rentarnos las máquinas de secado. Teníamos dinero para pagarle y le insistimos pero fue inútil. A pesar de la hipotermia y nuestro cansancio, no nos quiso ayudar. Me di cuenta de muchas cosas, tuve sentimientos encontrados, agradecí haber sobrevivido pero me enojé y me dio mucha tristeza porque no nos quisieron ayudar.
Los desastres naturales no perjudican de la misma manera a todas las personas. Hay una clara división entre los afectados, por distintas razones. Clase social, etnia, edad y género, por lo menos. Distintos estudios académicos han tratado este tema y aquí abajo dejo algunos ejemplos. Me detengo un poco en el texto de Neumayer y Plümper, quienes estudiaron desastres naturales de 1981 a 2002 en 141 países. Se enfocaron en la vulnerabilidad específica de niñas y mujeres con respecto a la mortalidad provocada por los desastres naturales y sus secuelas. Tuvieron tres hallazgos importantes. El primero es que los desastres naturales baja más la esperanza de vida de las mujeres que la de los hombres. El segundo es que cuanto más fuerte sea el desastre, es igualmente más fuerte el efecto en la brecha de género de la esperanza de vida de las mujeres. El tercero es que mientras más alto sea el nivel socioeconómico de las mujeres, es más débil el efecto en la brecha de género de la esperanza de vida. Estos tres puntos pueden explicar algunos sucesos que conocemos de cerca.
Lo que quiero recalcar en este texto es el hecho de ser mujer en medio de un desastre natural. El pasado sismo del 19 de septiembre nos dejó clara esta situación de vulnerabilidad en la que estamos las mujeres frente a experiencias tan terribles. Hasta ahora el número de muertes que se han contado deja ver que la mayoría eran mujeres. No sólo es porque somos mayoría poblacional, ya que se trata de un fenómeno que debe ser analizado con más detalle. En este caso influyeron al menos tres factores importantes para tener en cuenta: la hora en que ocurrió el terremoto, la división del trabajo por género y los edificios que colapsaron. Al respecto, ya algunos investigadores lanzaron las primeras hipótesis basadas en estadísticas y estudios serios. Aquí los dejo para que se corroboren. Sin embargo, es útil decir de manera general lo que se puede concluir hasta hoy. La mayoría de las mujeres que murieron estaban desempeñando labores consideradas mayoritariamente “femeninas” como la enseñanza (en el colegio Rébsamen), la hechura de prendas y la domesticidad; incluyendo el trabajo no remunerado en casa o el freelance. Los inmuebles que se cayeron eran principalmente habitacionales, y fue una hora en la que muchas mujeres se encontraban en casa. Aunque aún se tienen que analizar con más precisión las cifras y los hechos.
Tal vez el caso que más llama la atención es el de la o las fábricas textiles colapsadas en Bolívar 168, esquina con Chimalpopoca. No hay un conteo exacto de personas muertas en el lugar. Tal vez nunca la tengamos con precisión. Es presumible que la mayoría de trabajadoras eran mujeres y muy probablemente indocumentadas, de distintos orígenes. Aparentemente murieron 26 personas en las extintas fábricas. Al menos esos son los cuerpos que se contaron hasta el 5 de octubre pasado, cifra de la cual el 90% eran mujeres. ¿Quiénes eran y cómo sabemos cuántas quedaron bajo los escombros? Que por cierto retiraron a pesar de las insistencias de brigadas feministas en los siguientes cuatro días del sismo. ¿En qué condiciones trabajaban esas mujeres? ¿Por qué se repitió la historia del 85? Ya que 33 años atrás ocurrió una historia muy semejante, cuando de igual manera murieron obreras en el que había sido el peor terremoto de la ciudad en las últimas décadas. La impunidad, la corrupción, el patriarcado y el capitalismo siguen haciendo de las suyas.
Mi experiencia en el Tepozteco no se compara con la del 19S. Son muy distintas. Pero me acerca de alguna manera a esa impotencia que sintieron. Apenas puedo alcanzar a imaginar esa sensación de vulnerabilidad cuando no puedes controlar que la naturaleza se abra paso y te lleve con ella. Estuve en la Ciudad de México unos días después del sismo y me percaté de la solidaridad que se vivió, ayudamos en lo que pudimos pero tuve que regresar a mi “normalidad”. A pesar de esa unión de varios mexicanos y extranjeros por rescatar personas, animales y hogares, quedó claro que no somos uno mismo y que no vivimos de la misma manera este tipo de fenómenos. Soy testigo de que las mujeres estamos casi siempre en mayor riesgo que la mayoría de los hombres. Yo misma, al vestirme “cotidianamente”, “como mujer”, no estaba preparada para enfrentar una tormenta y la hipotermia. Desconozco la manera en que vivieron los varones que alcancé a ver  en mi aventura tepozteca. Lo único que recuerdo es ver a un joven cerca de mí y era el hijo de la señora con la que recé. Ambos se salvaron, aunque sólo platiqué con ella. Sin embargo, para mí fue lúcido que al ser dos mujeres juntas las que vivimos eso, que contábamos con un vehículo (el de mi compañera) y dinero, no sufrimos tanto como otras turistas. De ahí que la postura socioeconómica intervenga de manera efectiva.
Desgraciadamente otras mujeres, las obreras, amas de casa, maestras, viviendo en su cotidiana feminidad, no pudieron hacer frente a un movimiento telúrico que acabó por dejarlas sin casa y  sin trabajo. Lo peor fue que muchas murieron. Quedaron en el olvido, y se repitió la historia de injusticia de 33 años atrás. Las desigualdades salieron a flote y no sólo en ese momento del temblor, sino también después. En las brigadas de rescate desplazaban a las mujeres para darle paso a los hombres, sin importar la fuerza que tuvieran (o no) ellas o ellos. Los modelos de “profesionalismo” de los rescatistas casi siempre están relacionadas con las masculinidades. Se sabe de al menos un caso de violación sexual a una mujer brigadista que viajaba con otras personas llevando víveres desde la Ciudad de México a Oaxaca, la semana siguiente al sismo. Estamos a pocos días del trágico suceso y creo que es el momento adecuado para ir (re)pensando lo ocurrido e idear estrategias que diluyan estas diferencias que nos están matando.

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Hilda Monraz.
@_biographer

PlasmArte Ideas, octubre, 2017.
Twitter: @plasmarteideas


COCTEL DE LETRAS es coordinada por Inés M. Michel. 
[*Egresada del Instituto de Ciencias, generación 100, (100cias100pre). 
Las letras me han salvado de los hombres grises en innumerables ocasiones. 
Fiel lectora de Ende y de un sinfín de historias fantásticas y de terror. 
Casiopea es mi guía y confidente.]

Contacto: inesm.michel@gmail.com









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Referencias:

Leonardo, Isaura. “Tiempos del sismo: detrás del unísono del tiempo del capitalismo y la desigualdad”. En horizontal, http://horizontal.mx/tiempos-del-sismo-detras-del-unisono-el-tiempo-del-capitalismo-y-la-desigualdad/
Neumayer, Eric and Plümper, Thomas (2007) “The Gendered Nature of Natural Disasters: The Impact of Catastrophic Events on The Gender Gap in Life Expectancy”, 1981–2002. Annals of the Association of American Geographers, 97 (3). pp. 551-566.
DOI: 10.1111/j.1467-8306.2007.00563.x
Solís, Patricio y Alejandra Donají Nuñez, “¿Por qué murieron más mujeres en el 19S?” en Nexos, http://www.nexos.com.mx/?p=34076.

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