miércoles, 11 de octubre de 2017

PRESENTACIÓN: A contraluz




[Colaboración de Julián Bastidas Treviño].





(Cine-filia. Amor profundo por el cine. No se debería hablar de cine, ni de ninguna cosa en general, si uno no le guarda un amor profundo: el odio no construye mundo).

A contra-luz.



a)  Uno como cinéfilo, al igual que la cámara en su momento, se encuentra a contraluz. La cámara, al colocarse frente a algún objeto o persona para filmarla, lo que hace es que se para en esa perspectiva para poder “chupar” la luz de ese objeto; en emulsiones, en bits, en códigos de registro de ondas electromagnéticas que a final de cuentas se “conservan”, se integran, se registran de una determinada manera. 

Nosotros, como cinéfilos, también tenemos una postura a contraluz, pues cuando nos colocamos “frente” a un filme para experimentarlo, lo que hacemos es recibir esa luz que emana de él y que nos baña de colores, figuras, de imágenes, sentidos, de espacios internos y externos que se conjugan en esos mismos fotones a la deriva. Nosotros somos ahora quien “chupa” ese movimiento “contra” que la luz está viviendo.


b)  Un objeto a-contraluz es un objeto muy difícil de ver. Una silueta se me acerca por el horizonte, el sol se monta a sus espaldas. La veo y digo “parece… una mujer”; veo sus curvas, su estatura, su complexión, unos senos que se insinúan en el pecho (porque un hombre así me parecería, en primera instancia, “deforme”); “sí, es una mujer… ¿quién podría ser?”. La luz presupone un exceso de brillo, de apariencia, y una dificultad, por tanto, de acceder a lo in-aparente, a lo oculto, a los matices que en ese exceso de brillo se desfiguran, se confunden. La luz siempre ha sido, metafóricamente, lo definido, lo normalizado, lo evidente, lo inherente, el “obvio wey”; acceder a lo in-aparente, a lo oscuro, es entrar en los matices, en las lógicas que se nos abren al interior mismo de lo que se nos presenta: sus formas inconscientes, sus ausencias-presentes, sus fantasmas, sus puntos borrosos, intermedios, posibles.

El objeto-filme se vive a contraluz.

   c) Nosotros, al ser el objeto a contraluz de un paisaje, de un objeto o de un panorama lo que hacemos es proyectar nuestra sombra, nuestra silueta sobre eso que estamos tratando de percibir. Todos hemos vivido esta experiencia cuando queremos tomar una foto y que no salga nuestra sombra; o cuando queremos ver un cuadro y nuestro reflejo (por esos vidrios idiotas que escogen o permiten los curadores para enmarcar el cuadro) nos impide percibirla bien a bien. El estar a contraluz implica buscar las sombras de lo que somos en aquello que vemos para discernirnos. Es tener presente nuestra condición de sujeto que nunca es puro -que siempre está determinado, conformado, que es histórico y es biográfico- cuando analizamos algo.

Es decir, contraluz es posibilidad, confusión y crítica, las tres caras de una misma pretensión.

Este proyecto lo que intenta es ser una reflexión cinematográfica constante, profunda y, por sobre todo, interesante-provocativa.



Tomada de: mediatrends.es


Eso, aunque esté delimitado por hacerlo yo, intenta asumir la realización de una reflexión cinematográfica que a mí, a Julián, me haga pleno sentido. Ése es el compromiso del espacio, su verdad: estar a contraluz será ser un salmón en cacería de ese sentido con el que poder morir, colocar el punto y  por descansar la pluma.

¿Eso mata el diálogo? No, en absoluto.

Lo que se pretende es que el texto que de aquí nazca sea eso, un ser en sí mismo que pueda ir por el mundo dando sus propios pasos, sus propios golpes, gritos, llantos, susurros y, si tenemos una suerte inconmensurable, uno que otro verso.

Se tratará de que, por lo mismo, lo que aquí sea dicho no sea un conocimiento clausurado, académico, desalmado. En lugar de apostar por la cita directa, por la validación “encima” del texto, lo que se pretenderá es la lectura fluida. Al que le interese siempre publicaré mi correo al final del texto para que exista la posibilidad de entrar en contacto. Asimismo lo que haré será cerrar con algunos de los autores o líneas de pensamiento con las que se dialogó en esa entrada para que cada lector pueda profundizar las ideas en otro lado. Lo que se le quiere dejar claro al lector es la prioridad que se ha escogido: la filia.

El amor, en Grecia, es un término muy complejo, tanto por la multiplicidad de las palabras que lo componen, como por la radicalidad que podría implicar cada una de ellas.

Sin embargo, podemos entender “filia” como un amor que nos da sentido.

Es como cuando queremos definir la diferencia entre un amigo y un amante. El amante es aquel que nos apasiona por un arrebato de sentir, por el instante -que se abre como eterno o como fugaz, pero que como instante se presenta frágil, hueco, deseoso-. El amigo, por otro lado, es aquel que tiene un vínculo estable con lo más íntimo de mí; es el que me dice, me hace, me acompaña o, en su defecto, “me putea” y me da un golpe para volver mundo: a mi mundo.



Julián Bastidas Treviño.
julian.bastidas@gmail.com
www.revistaautarquia.com

[Profesor de audiovisuales, arte/estética y de materias de reflexión crítica. Filósofo, poeta, ensayista y artista. Patológicamente curioso e investigador terco con su conatus. Ateo altamente empático, que todavía cree en eso que mal se llama "humanidad". Desvergonzado, gritón y sonriente. Pero, eso sí, melómano antes que nada: sin la música el universo no tendría razón de existir. Ser un cineasta o un poeta así no es una contradicción, es una confirmación latente de ello. ¿Quién soy? Eso, la manía de existir.]

















PlasmArte Ideas, octubre, 2017.
Twitter: @plasmarteideas
  


2 comentarios: